Hay varias versiones de El ladrón de Bagdad, pero esta de 1940 siempre me ha parecido maravillosa. Una auténtica explosión de colores, excesiva hasta los kitch por momentos. Tengamos en cuenta que era la gran superproducción de efectos especiales del momento, con alarde del color como nueva tecnología. La película es como un bello sueño, con un conjunto de personajes que han marcado época y dejado impronta en las mentes de muchos creadores posteriores que la vieron de niños en el cine. La poderosa presencia de Conrad Veidt, con un hipnótico Jaffar, en fin, hay que verla.
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