Devin Townsend no es plato fácil, hay que reconocerlo. Adorado hasta el extremo por unos, defenestrado sin piedad por otros, el canadiense es un tipo especial, original, algo narciso y con un abanico de discos para estómagos robustos y sin úlcera.
Me impresionó en aquella gira con Steve VAI hace mil años, y el disco con él es magnífico, ya en aquel concierto me reventó la mente con algunas actitudes extremas, muy provocadoras, dignas de un artista casi más que de un simple rockero. Me aventuré con varios discos del amigo pero, la verdad, salí desilusionado, con los tímpanos destruidos y bastante vacío. No había acertado. Un buen amigo, mucho más docto que yo (mil veces más) en el mundo de la música me dijo "éste es el bueno", y cierto es, éste es el disco bueno de Devin Townsend.
Hijo de Zappa por la farsa, hermano de Patton en algunos momentos en el sonido y alguna cacofonía suelta, primo de Messugah y digno de salir en alguna guía de artistas extremos, el calvísimo frontman se calza un disco conceptual sobre un omnipotente extraterrestre que viene a la tierra en busca del café perfecto.... el resto de la historia es tronchante, pero eso deben descubrirlo ustedes mismos. Lo que está claro que este disco "me lo hago yo solico en casa" de Townsend es muy bueno, brillante por momentos, con diferentes tempos y registros, con terciopelo y lija, con pasajes muy ambientales y atmosféricos y otros más atronantes y agresivos, algún guiño al Patton solitario, muchas risas y un Ziltoid inolvidable. Es un gran disco que me reconcilia con el artista.
La portada creo que lo dice casi todo.
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