Nápoles, una ciudad maravillosa. Enorme, compleja, capaz de los mejor y lo peor, con un conjunto patrimonial solo superable, en mi opinión, por la propia Roma. Llena de arquitectura, texturas, comercios, obras de arte de los más sublimes, calles empedradas, artesanos, palacios inabarcables, patios vividos y complejos. Donde la gente se muestra como se siente, sin tapujos, enfadada, feliz, abierta o cerrada, atenta o displicente, brutal o sutil.... no hay cortapisas ni bridas que sujeten a los napolitanos, tal se siente, tal se expresan.
Y no debe ser fácil gobernar un espacio así, lleno de sangres calientes, de influencias latinas, españolas, francesas, donde la religión se vive con intensidad, también el vino, la droga, la navidad, los fuegos artificiales, el fútbol, la familia o la "macchina".... todo es pasión, ingobernable.
No puedo más que hablar bien de esta ciudad sublime, abierta a todos los caracteres elásticos.... llena de graffitti en paredes intocables, sin-techo en palacios renacentistas, obras sublimes (como ese busto de Escipión) en lugares humildes, espacios únicos en el mundo como ese Cementerio de Sanitá, y mini coches en calles centenarias. Volveré a tan sensacional urbe, porque es inabarcable y porque, como la propia Roma, tiene muchas lecturas, recorridos y cercanías.
Los españoles somos queridos, respetados y recibidos con cariño, sorpresa y gratitud. Vayan a Nápoles, de verdad, jamás se arrepentirán.
Los españoles somos queridos, respetados y recibidos con cariño, sorpresa y gratitud. Vayan a Nápoles, de verdad, jamás se arrepentirán.
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