Vivir unos días en el centro de Bali, en un lugar como Ubud, no se olvida. Fue a finales del XIX y principios del XX cuando esta preciosa ciudad del interior de la isla fue "colonizada" por un grupos de artistas occidentales que consiguieron atraer a personajes como H.G.Wells o el mismo Chaplin. Hoy ya no es lo que era, pero mantiene la magia. El viejo puente holandés, muchos pintores intentando ganarse la vida, una estructura de templos y museos integrada en la naturaleza, el bosque de los monos, el templo de elefante, caminos extraños, plantaciones arroz, ranas, murciélagos poderosos, dispensadores de gasolina de otro siglo, buenas gentes, comida formidable, bastantes turistas (por desgracia), mucho tráfico.... pero es como todo en la vida, si uno se sale de las rutas encuentra la esencia y en Ubud aún queda médula. Un pequeño homenaje a este inolvidable emplazamiento que queda en mi mente y en mi corazón. Gracias a Yuli, Dinah, por sus desayunos exquisitos, cariño y amabilidad... su prudencia y sus múltiples bendiciones matinales, hasta siempre Ubud.
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