Un rastro como los que Dios manda, excelente, de domingo, café con leche y un bollo palermitano. Decenas de puestos de todo tipo en una plaza encantadora, cuadrada, protegida por árboles y palacios, cercana al viejo puerto. Conversaciones amables y sentimiento extraño de los vendedores ante un español rebuscando entre sus cosas. He visto mucho y comprado poco, pero esas dos piezas de Star Trek no se han venido conmigo porque Dios sabe que me tengo que coger un avión, pero por el precio irrisorio que pedían y la belleza de los ítems merecen estar colgadas en una pared.
2 comentarios:
No podía faltar algún rastro siciliano en tu periplo.
siempre hay que ir al rastro, es una forma de conocer a las gentes, abrazos
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