Pocos espacios con cierto sabor aguantan el tirón de la piqueta en nuestra ciudad. Uno de ellos no ha sido arrasado por vaya usted a saber qué circunstancias. Zaragoza siempre ha sido históricamente, una ciudad de excelentes orfebres y plateros, la Virgen del Pilar tiene mucho que ver en ello. Y la Joyería Aladrén, luego reconvertida en Gran Café Zaragoza, fue uno de los comercios más interesantes para ese tipo de mercancías. Constaba de una excelente zona de atención al público, además de un coqueto "privado" con cierto toque barroco, donde se atendían las transacciones más importantes.
Creo que hay un plan de rehabilitación para devolverle el perdido esplendor. Hoy da pena pasar por su fachada, y más aún mirar a través de sus sucios cristales. No se si será un Kentucky Fried Chicken, una tienda bragas o de carcasas de móvil, Espero, por la salud mental y experiencial de todos los zaragozanos, que por lo menos, mantenga ese toque de viejo café con clase.
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