jueves, 19 de septiembre de 2024

PASEO NOSTÁLGICO POR CALAFELL

Aprovechando la cercanía he decidido dar un solitario paseo por Calafell. El otrora encantador pueblo de veraneo tarraconense aún guarda espacios que traen a la cabeza tiempos maravillosos pero, en líneas generales, ya no es ni peor o mejor que en los sesenta-setenta, simplemente es diferente.

Vivimos con mucha alegría durante casi dos décadas los veranos extraordinarios en los que la Costa Dorada era un lugar de encuentro de familias, playas inmensas y amables, helados, recreativos y bicicleta, mucha bicicleta. Compartí con mi hermano aquellas experiencias que jamás olvidaremos.

Ni el paseo es como era, ni siquiera lo elementos constructivos, ahora más caros y profesionales, antes más toscos y deteriorados.

Pocas construcciones que evocan la villa playera quedan en pié, y muchas de ellas están destinadas a la desaparición, pese a ello lucen bonitas y con esencia y te hacen pensar cómo sería ese paseo si se hubiera respetado el espíritu marinero tradicional, pero la pela es la pela.

Varios comercios de la calle interior, paralela al paseo, siguen ahí, aguantando como bestias. Con sus azulejos, la herrería y esa decoración que pretendía decirle al guiri de turno “typical spanish my friend”.  El que está igual es Almacenes Calafell, todo un clásico de la pala y el cubo. Recuerdo haber comprado ciclistas Sotorres en este local. El Can Pilis, lugar de vermuteo y tallinas, me trae flashes familiares entrañables y me agrada especialmente que se mantenga activo. El cine, que en tiempos era al descubierto, Papiol, aunque no en su ubicación original, la casa museo de Barral, los viejos recreativos, la desaparecida y lujosa cafetería Calafell 66, ahora convertida en inmobiliaria o la cervecería alemana, ya sin trazas germánicas, un lugar donde Los Pajaritos de María Jesus, Georgie Dan o el Tragedy de Bee Gees fueron top hits…. Ahora pocos alemanes cerveceros los rondan.

La nostalgia es dolorosa, más cuando lo que encuentras no responde a lo que se busca porque nunca volverá a ser igual. Pese a todo Calafell siempre va a ser un lugar especial para este que escribe.




























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