MAD MEN, sexta temporada

Con MAD MEN hay que hacer como con los grandes filmes, esperar el momento adecuado para poder verlo, porque cuando empiezas el camino de una nueva temporada, sin remisión, tienes que verla completa... así lo pide el ritmo magnífico que los guionistas imprimen a los capítulos.

La sexta temporada de esta histórica serie, llena de clase, estilo y buen gusto, huele a transición. Los personajes caen en profundo agujero personal, ninguno se salva de la quema y al final nos dejan ahí, colgados en la reflexión de qué es lo verdaderamente importante en la vida y en el campo profesional. Sus anhelos, intereses y pasiones dentro de la agencia los dejan insatisfechos, solos y llenos de nada.

Casi todos los caracteres ya han perdido su candidez del principio, su ilusión... ahora ya todos se muestran contaminados, resabiados, cansados de sí mismos.

Los guiones siguen siendo exquisitos, delicados, intelectuales y llenos de momentos sublimes que invitan a la reflexión, pero ojo, sin dejar de lado el divertido culebrón, el desastre relacional de cada uno de ellos, con momentos que, con gran sapiencia, se convierten en alto drama cuando en cualquier película resultan casi del montón.... eso es lo excelente de MAD MEN, ese hacer de lo sutil algo excepcional, del detalle, del guiño.... ese curioso maridaje entre lo estético, lo dandy, y lo misterioso y oscuro. 

MAD MEN está dando los últimos coletazos de un producto que ha dado muchísimo de sí, pero el camino de Don Draper parece destinado a solucionarse en breves, no sabría decir en que sentido, pero está tomando decisiones y empezando a abandonar su careta.