En un nuevo bar de la ciudad, ante mi sorpresa, me encuentro con este soberbio par de retratos. Ante mi estupor le pregunto al encargado. "El propietario del local, que además es el propietario del edificio sólo nos pidió una cosa, que en el bar estuvieran colocados los retratos de sus tatarabuelos".
Fue una moda burguesa muy especial y muy difícil de ver, los retratos personales ataviados con vestuario de lejanas culturas, en este caso, por lo que parece, japoneses. Sorprende la elegancia de las figuras y la templanza de los semblantes. Me han resultado dos piezas formidables, eso sí, ubicadas al lado de los baños. Merecían emplazamiento soberano.
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