Una lectura deliciosa, sin duda. Si algo me gusta de este libro es que Fernando Fernán Gómez escribe como habla en sus entrevistas, se expresa de la misma manera. Franco, lapidario, amable, displiciente, con un humor finísimo de cara de cartón, con un dominio del idioma prodigioso, limpio y claro, cínico, elegantemente corrosivo consigo mismo, respetuoso con todo el mundo, incluso con quien no andaba en su misma dirección.
Es muy interesate encontrarse con la persona, pequeña, buscadora de "la riqueza", fuera de sitio en casi todo momento.... con qué sencillez y humildad habla de encuentros con personas grandes y míticas, es el anti-divo absoluto, consigo mismo y con los demás.
Un romántico intelectual, claro y sin pelos en la lengua, que muestra sus cartas, que no son bonitas a veces, ni especialmente elevadas pero le da igual lo que piense el lector, pero esa cristinalidad es la que hace la lectura excelente y, como en todo buen texto autobiográfico, aportador de reflexiones y puntos de pensamiento que hacen al lector un poco mejor que antes de empezar el libro.
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