Soy un gran fan del Moussel de Legrain, desde siempre. Por su aroma, su historia y la valentía de posicionarse de maneraa distinta al millón de geles y jabones que pueblan los lineales de los supermercados y tiendas de perfumería.
Es a finales de los 60 cuando Henry Legrain (Henry Moscovic) crea el Moussel, con su reconocible y octogonal frasco fucsia, único y maravilloso.
Lo que desconocía es que la fábrica comenzó en 1915 en Bucarest fabricando jabones, perfumes y colonias, por lo que Mozcovic utilizó denominaciones francesas, más comerciales y vendibles, para posicionar sus productos, como Royal Ambree o Vieux Paris, entre otras.
La persecución judía de la II Guerra Mundial obliga a la empresa familiar a trasladarse a Barcelona donde se reinventan en un pequeño laboratorio. En 1985 Legrain es adquirida por Sara Lee que, posteriormente, la vende a Unilever.
Un ejemplo de diferenciación en un mercado que no tiene valor. Saber mantenerse fiel a su aroma, textura, diseño, puesta en valor, emoción, reputación y legado.... por eso Moussel está en mi ducha.
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