No se si les pasa a ustedes pero el buen cine, además de saber encontrarlo hay que saber coincidir con él en los momentos adecuados. Me he cruzado un par de veces con la, en mi opinión, mejor película de Luchino Visconti, pero ni con la atención adecuada ni la mirada enfocada, a destiempo. Este fin de semana por fin la experiencia ha estado a la altura.
En un documental sobre Manolo Blahnik, el famoso diseñador contaba como el Gatopardo había sido la película que le cambió la vida. Me hizo reflexionar tal afirmación, ya que tengo en estima la a veces alocada pero siempre certera opinión de Blahnik. Además, el cine italiano me fascina, pero la extraña presencia de Burt Lancaster siempre me apareció como un accidente, torpe de mi.
Somos muy injustos con el cine y con sus creadores. El reconocimiento nunca es justo. Se nos cae la baba con El Padrino de Brando o con las pelis de Scorsese, pero el mismo Martin reconoce que su peli es ésta. Y es que el Príncipe de Salina, Don Fabrizio, no es que esté a la altura de Brando o De Niro, Paccino y demás... es que los supera. Un retrato hermoso sobre la decadencia, sobre el cambio de época y como, las revoluciones, de tipo que sean, dejan parte de nuestro yo en un tiempo pasado inalcanzable en el que fuimos muy felices y que nos duele no volver a tener entre las manos. Soberbio y maravilloso retrato de la querida Sicilia, fascinante dirección de arte, vestuario impecable, monumental fotografía, extraordinaria película, guión intachable, exquisito, ácido y corrosivo con una Italia que tanto me recuerda a España, y que mezclada con nuestro extremo país da como resultado otro país de dientes de sierra como es Argentina.
Impagables esas extrañas apariciones de Terence Hill, o Paolo Stoppa (Los jueves milagro), coro de actores dirigidos con maestría suprema, realismo en cada escena, barroco naturalista. Las escenas del palacio, las luces, las estancias, el viaje veraniego, el baile final, en todo se respira alcanfor, naftalina, sudor y aristocracia decadente. Memorables monólogos de Don Fabrizio, encantadora escena con Ciccio.
Lo de Burt Lancaster es casi inaccesible, actuación exponencial en un personaje que vale una carrera. No darle todos los premios en su momento es un insulto al cine. Estoy seguro que Sorrentino, Coppola, Scorsese y hasta el propio Fellini, de reojo, se quitaron el sombrero ante una de las películas, en mi opinión, capitales de cine del siglo XX.
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