sábado, 25 de febrero de 2023

CRÓNICAS RIDÍCULAS DE UN MERODEADOR. III. POR SER PARA TI

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Con los años de merodear por ahí a uno se le ha afilado la extraña cualidad por la cual, de un solo vistazo, filtra la mayor parte de los materiales de deshecho por otras cosas que merecen la pena ser observadas. No se en qué lugar del cerebro se aloja este nuevo sentido pero siempre me ha sido útil en mis labores de escaneo y funcionamiento radar.

Esta extraña “habilidad” es bueno no mostrarla ni ponerla en valor, incluso camuflarla para que los escaneados no la utilicen en su propio beneficio, es un conocimiento que hay que guardarlo bajo llave y con la mayor de las humildades. No viene de ser mejor sino de ser antiguo.

Aquel día, los pobres elementos de colección se amontonaban apoyados en un viejo muro de sillares que anda que no habrá visto chamarileros, cantamañanas y buscadores de perlas. Las viejas paredes hacen un buen contraste con casi todo, viejas chapas, mobiliario, cuadros, incluso el peor de los trastos, es lo bueno que tiene un sillar bien trabajado, es la textura perfecta, en maravilloso maridaje con cuanto le pongas a su lado.

Ese día algo llamó mi atención, y fue un pequeño y bien equilibrado bodegón de peras, bonito, especial. Las peras rebosaban los límites del lienzo de 20x15, hasta el marco me pareció que no era el típico espanto, era todo peras, je. El radar entró en acción e hizo reaccionar mi vista hacia esa singularidad sobre canvas. La cogí entre las manos y la volvía a dejar con un falso desprecio en donde estaba, como no dándole valor.

“Buenos días. Mucho frío. ¿Tiene precio el cuadrito?

“Es antiguo (por Dios, siempre lo mismo) y está muy bien hecho”.

"Es antiguo" y "está muy bien hecho", además de "es de un buen pintor" o "va firmado", son coletillas habituales de los vendedores de almonedas y mercadillos, que no de los anticuarios que conocen casi siempre en profundidad muchos de sus objetos.

Es como decir que la "fruta está fresca", "es del huerto de al lado", "mire que naranjas" o "las acabamos de sacar del árbol", siempre es la misma cantinela.

El vendedor me conoce de siempre “cincuenta euros”. (por decir algo).

Unas peras algo caras para aquel fin de semana calendarizado a final de mes y que encontró mi reserva de doblones para “tonterías” bajo mínimos. Apagué el escáner y seguí mi camino. Tras despedirme del vendedor de “fruta” con una sonrisa y de las pobres peras.

Pasaron unos meses me encontré caminando por una calle del casco antiguo de mi ciudad. En un viejo local de los de persiana de almacén de salazones atisbé al vendedor. Tiene un localito que gestiona con su familia, tenía quince minutos y bueno, sin ánimo de nada merodeé como debe hacer un buen chucho.

Cáspita. En un rincón estaban las peras. Los meses no les habían sentado bien. El polvo, la dejadez, un mal almacenamiento, la falta de cariño y el fin de temporada de la fruta estaban haciendo estragos, las miré con pena y seguí mi camino.

Pasó otro año, todas las estaciones, ni la mejor de las cámaras frigoríficas puede conseguir que unas peras se mantengan lustrosas dos años y más en un almacén de legumbre y bacalao. Y volvieron las peras a cruzarse en mi camino. El mismo vendedor, andaría flojo de producto, decidió sacar las maltrechas frutas a pasear un domingo. Al polvo, la tristeza y los vaivenes se había sumado un feo siete en el lienzo, no grave pero si casi definitiva estocada al platillo de postre, casi condenado al recipiente de reciclado.

Repetición de fórmula. Pensé, "me conoce de siempre, le he comprado alguna cosa, no recordará lo que me pidió y se portará bien con este viejo perro de presa".

“Buenos días. Mucho frío. ¿Tiene precio el cuadrito?

“Es antiguo y está muy bien hecho”. (¿Les suena a ustedes?).

“Sí, tiene su aquel, pero el tiempo no lo ha tratado bien”.

Se acerca a mi, en plan colega, como si me fuera a decir un secreto inconfesable, que no desea que escuche el resto de público, para que me sienta privilegiado camarada recibiendo un mensaje del alto mando.

“No lo comentes por ahí, pero, POR SER PARA TI, te lo dejo en doscientos euros”.

Desde luego, no lo voy a comentar por ahí. Desde luego que el precio era para mi y desde luego que me sentí especial. Tan especial como aquel tipo al que le hacía el timo de la estampita Tony Leblanc en “Los Tramposos”.

Al final las peras se pudrieron en algún viejo local, y acabarían desintegradas o en un cubo de basura. Y es que no se puede vender fruta fuera de temporada al cuadruple de precio que recién recolectada, eso pasa con algunos buenos vinos y algún otra cosa muy distinguida.

2 comentarios:

Langsdorff dijo...

La inflacción también afecta a los mercadillos, jeje.

Antonio Saz dijo...

La hiperinflacción, jejejeje

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