Verano de 1982 o 1983, no lo recuerdo bien... aburrido en la playa fui a una librería clásica que había en Calafell lamada Papiol..... estaba yo en plena efervescencia rockera con KISS, llevaba un par de años de fan y encontré una revista de pop-rock alemana, Bravo, en la portada había unos tipos que me recordaban muchos a los neoyorquinos, con fuego en las botas, pelos cardados, pinchos, eran como más malotes.... eran Mötley Crüe. (Guardo esa página de Bravo).
A la vuelta a la ciudad escuché sus dos únicos discos, Too fast for love y Shout at the devil, vaya pedazo de propuestas, me encantaron. Desde entonces viví un querido idilio con esa panda de locos, cicateros en producción discográfica, generosos en la gamberrada, pero eternos en un gran puñado de discos excelentes. Los dos primeros, mi queridísimo Theatre of pain, el enorme Dr.Feelgood y sus interesantes propuestas posteriores.
Tuvimos la suerte de verlos en Zaragoza en una época donde a esta ciudad venían grandes conciertos. Hoy me enfrento a The Dirt, una movie biográfica basada en el libro homónimo. Con The Dirt me pasa lo mismo que con la peli de Queen, conozco demasiado a las bandas y se me quedan planas y superficiales las dos cintas, son más para un nuevo mercado que para los viejos y gruñones fans del principio. Crüe son más sórdidos, mas sucios y más extremos que todo lo que pueda mostrar el buenismo de hoy en día, hijos de la heroína, la desesperación y el glam.
Me quedo con una sonrisa viendo The Dirt, sin más, y con el cariño que siempre he tenido a este descubrimiento adolescente, sabiendo que de sus excesos y excentricidades se podría haber creado una obra maestra del cine, porque la materia prima es pura dinamita. He pasado un buen rato.
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