La verdad es que resulta una delicia ver estas películas del maestro Murnau, por su calidad como cine y por su cariz de documento histórico. En ésta, el protagonista es un portero de un hotel que bien podría estar en Chicago, Berlín o el Madrid de los años 20. Este portero, vestido a modo de general de ejército prusiano, es parte e imagen del hotel, quien recibe a los visitantes, se siente orgulloso de su trabajo. En su barrio, un modesto grupo de viviendas de la ciudad, es un auténtico emblema, un Dios, con sus oropeles y símbolos de alta alcurnia. Un día es relegado a mozo de baño, esto produce en él un efecto terrible, deja de ser el personaje simbólico que respetan en el hotel y admiran en su barrio.
La cinta es claramente expresionista y está dentro de una tendencia innovadora (una vez más) del momento que pretendía evitar al máximo los cortes para poner textos explicativos, y ciertamente lo consigue. Además de estar deliciosamente rodada es maravilloso ver los usos y costumbres de un hotel de lujo de hace un siglo. El mobiliario, la educación, las vestimentas, la forma de comer, el "qué dirán", las clases jerárquicas en el trabajo, la forma humilde de vivir de la gente en los barrios obreros. Murnau es fascinante y el universo que fabrica también.
2 comentarios:
Completamente de acuerdo contigo, esta si que la vi en la filmoteca en el ciclo de Murnau hace años y es un film de muchos kilates.
Gran peli cierto.
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