Quería hacer una serie de posts sobre este edificio sito en una zona elevada de la ciudad de Toronto. Es un alarde arquitectónico carente de la verdad de los edificios escoceses o del norte de Inglaterra, donde se inspira, realizado para ensalzar a sus propietarios y convertir en élite a sus invitados, vamos, una locura de un nuevo rico.
Henry Pellat, empresario canadiense, viaja a Europa donde se inspira en su arquitectura. Fundador de la Compañía Eléctrica de Toronto, multiempresario ciertamente visionario, buscador de oportunidades y hecho a sí mismo, currante desde la juventud, el canadiense hacía millones por todos lados y, como no, creía merecer una mansión al nivel de su status. Adquiere unos terrenos en la "loma" que da nombre a la casa, y contrata al arquitecto más conocido de la ciudad, E. James Lennox, del cual ya hemos mostrado alguna obra en este blog.
Después de gastarse algunos miloncejos de entonces, el caballero acaba con una mansión de 6.000 metros cuadrados y casi cien habitaciones. Trajo materiales de máxima calidad de todo el planeta y contó con las instalaciones más modernas del mundo en cuanto a servicios de baño, calefacción y demás,
En 1914 inician su vida en la mansión que transcurriría a lo largo de diez años. Pero las cosas se torcieron en diversos negocios y sus empresas quiebran. Tiene que subastar su colección de manera ruinosa y al final pierde la casa, un desastre absoluto. Fallece su esposa al poco de abandonar la mansión embargada y el antiguo millonario acaba viviendo en casa de su chófer. La ciudad de Toronto pasa a ser la propietaria y, tras un tiempo de ruina, hace casi un siglo, el consistorio la recupera y musealiza. Hoy aparece como un sueño sinsentido de un millonario y un espacio museístico con parte de la historia de Canadá y de la ciudad.
Tiene una parte, en mi opinión, ciertamente turística. La zona de habitaciones, de vida, es excelente y traslada el lujo de sus antiguos propietarios. La cuadra, cocheras, son magníficas. La planta superior, con el museo de armamento e historia, un formidable conjunto de joyas. Imagino que, para poder hacerla más entretenida para los pequeños, hay una zona de túneles que van desde la mansión hasta las cocheras a la que han dotado de una especie de museo de cera de famosos, que en mi opinión, se lo podían haber ahorrado.
Como otras muchas mansiones de nuevos ricos, este tipo de proyectos faraónicos acaban siendo una caricatura del ser humano, un ejemplo de lo efímero y ridículo que es a veces el lujo y lo exagerado, y de hacia donde llevan a algunas personas su complejo de Napoléon. Merece mucho la pena visitarla, no solo para ver su estructura y su contenido sino para reflexionar sobre ésto último, que en mi opinión, es lo fundamental de la historia del malogrado Henry Pellat.
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