Han pasado 6 años creo desde aquel fantástico y underground concierto de Lizzy Borden en nuestra ciudad en la Sala DeVizio, allí nos dejaron un gran sabor de boca, fue una gran noche.
6 años despúes, el señor Lizzy y sus secuaces se presentan en una sala excelente para conciertos como es el Teatro de las Esquinas, gran altura de techo, enorme caja escénica y escenario muy alto, lo que permite una agradable visión del concierto desde cualquier sitio, bravo!.
Pobre entrada (150?) en un espacio donde caben 1500 (lo siento por la promotora). Como siempre la tribu fiel del hard rock de la ciudad dando el callo. Lizzy es un gran artista, forjado en los States y a principios de los 80, y esta banda, como los Crue o cualquier otra de esta calaña son de una profesionalidad intachable, con 100 o con 10.000 espectadores. Su desfile de trajes, caretas y todo tipo de complementos fue genial y divertido, además de ese paseo entre el público untando con sangre la cara del personal, y sobre todo, conserva un voz envidiable, muy del hard rock, con un tono muy valioso, que es el soporte y la personalidad de la banda. Se desgranaron una gran serie de hits más un corte de Rainbow y otro de The Doors. Sonido no muy pulido. La banda que nos visitó en 2008, pero con un gran pero, faltaba un guitarra y se notó.... porque Ira Black, una bestia como lead guitar, se tuvo que currar todo el sonido él solito y este tipo puede hacerlo, pero le viene bien un segundo de a bordo para conjuntar el muro sónico.
Hora y 20 rapadita de un show en el que el personal disfrutó de lo lindo, volcado y agradecido, y que la banda supo agradecer con cariño. Son unos clásicos y parte de la historia del hard rock pese a permanecer en esa segunda división de la que jamás han salido. Prefiero mil veces un concierto de Lizzy Borden que el de 1000 bandas de nuevo cuño.
Mención aparte a esa careta "3 caras" de Lizzy, inquietante, su traje de momia sangrienta, su amenazante y clásico bate de baseball, su hacha, sus plataformas y su máscara azul.... Musicalmente un concierto aceptable, con una gran déficit del segundo guitarra, visual y conceptualmente muy divertido, pero Lizzy Borden se han quedado en ese espacio underground del que ya nunca saldrán, con un sonido algo caduco. Los fans los vemos con cariño como si estuviéramos en 1985, les pega más un bar de carretera y acabar destrozando el local que una gran caja escénica.
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