sábado, 12 de octubre de 2019

EL VIAJE INICIÁTICO DE ESPAÑA Y ALFREDO LANDA

Todo el mundo atribuye a Garci el mérito de cambiar de registro a Alfredo Landa en el cine, a través de la película El Crack, de 1981, pero ese cambio, extremo, tuvo un paso anterior, mucho más valiente, meritorio, que partió de Juan Antonio Bardem, en 1976, en El Puente.

Está película es una maravillosa y desconociada road-movie interpretada de manera sublime por el pequeño y enorme actor navarro, una joya de nuestro cine, él y el fime. 

Al principio de la cinta, Landa, España y Juan, son de una manera, al final de la misma, tras su vuelta de Torremolinos, hasta el espectador es otro. Bardem tenía la tendencia política que tenía, y quizás son esas gotas de comunismo algo desvencijado, profundo espíritu sindicalista, poco sutil, los que rechinan un tanto (de hecho le dieron un premio en la URSS a la cinta), pero la peli es hija de 1976, un momento único en nuestra historia.

Juan, es un mecánico emigrante que trabaja en un taller de Madrid, es un machote ligón de suecas, que habla mucho y poco consigue, rodeado de un ambiente de calendario de señoras, piropo en calle y mata de pelo saliendo del cuello de la camiseta. Un pobre diablo solitario al que le sale mal el plan en un puente español de los 70. A la brava decide coger su moto Montesa, a la que llama "Poderosa" y quiere como a un buen amigo y tirar carretera a Torremolinos, una carretera dura, seca, árida, llena de todos esos maravillosos coches de los 70, de los camiones contaminantes y de pequeños utilitarios rebosantes de familias. 

En el camino, Juan cambiará a través de sus experiencias, como cambia España de forma urgente en ese puente que es la Transición. Sus encuentros con una familia en el Penal de Ocaña, hippies extranjeros, emigrantes argelinos, un grupo de teatro alternativo, caciques de pueblo en fiestas, una Guardia Civil que se adivina poderosa y temible, amigos emigrantes venidos a más, y tantos otros roles, hace de la cinta un crisol-radiografía fantástico, aunque transmisor, en muchos momentos, de la tendencia política del director.

El Landa que empieza la cinta, machote, valentón, voceras, hijo de las pelis de Ozores, se convierte, en apenas una hora, en el taciturno, sensible y comprometido Landa del Crack, ya casi perfectamente integrado en los años 80. Alfredo Landa lo decía todo con su mirada, habla más con ella que con su perfecta locución.

La escena de la multa yo la considero un monumento al cine, magistralmente erigido por Bardem, donde la España más oscura, profunda y dura, se cruza con un calzoncillo de leopardo.

He visto muchas veces este film que compré en el rastro por 1 euro, y que descubría hace apenas unos diez años. Si pueden, de verdad, vean esta joya de nuestra transición, rodada con muy pocos recursos, y redescubran una España canalla, machista y profundamente ignorante que, gracias a Dios, hemos dejado bastante atrás (no totalmente). Y sucumban, sin remisión, con uno de nuestros mejores actores de la historia. Siempre digo que, El Padrino, Casablanca, o cualquier clásico del cine de cualquier época, hubiera sido mejor con Landa, López Vázquez, Fernán Gómez o Pepe Isbert en el cast de actores.




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