Al llegar a Sain Marc Sur Mer nos encontramos con que el tiempo ha pasado pero que la esencia es la misma. Es el mismo lugar donde Tati hizo fantasía con aquella película. El Hotel de la Plage sigue en el mismo sitio, con la misma estructura pero con un ala más, la playa impecable, preciosa, inmaculada y respetada. No está la casa de Martine, tan bonita, pero es que fue una construcción que se hizo para el rodaje, nunca fue real aunque lo parecía. El pueblo sigue ahí, con la misma curva, las mismas viejas casas francesas, el mismo tono. Las pistas de tenis donde se juegan aquellos sets memorables ya no existen, pero están homenajeadas, marcadas y señalizadas, con el máximo respeto y cariño.
Nos alojamos unos días en el hotel y no puedo describir la sensación tan maravillosa de tranquilidad y paz que desprende el lugar, además de la emoción de revivir un poco de aquel veraneo de película. No me extraña que este lugar fuera elegido para la cinta, lo tiene todo en unos cientos de metros.
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